Circulan en cúmulos
Cegadores y blancos
Tambaleando
Con los dientes a la vista
Indefinidamente feroces
Desfiguran los límites,
Los contornos
Sometiendo los cuerpos
Y arden esos fluidos
Que como anestesia
Aplacan una angustia que no aterriza
Que no tiene casa que nombrar
Bajan los cerros
A mirar los graneros del mar
O algún casual barco naufragando
A los rostros
Como consignas se estrellan
Y suenan atronadores
Dejando piedras en la ebriedad
En el frio y el terror
Transformando la lujuriosa y frágil
Relación que pactaban con el mundo
En destemplada indiferencia
Y mueca apática
Comiendo de la tierra y el mar
Intoxicarse sentado en las bencineras
De un puerto que se aleja
Y se aproxima
De una orfandad que bajo las farolas
Se defiende en la ausencia
Que asume la mirada
Que da la mirada
Ciega de quien huele el mar y sus peces muertos.